domingo, 24 de febrero de 2008

04.- “Oración de Mónica y Francisco Javier. Las bodas de Caná”

>“La Ceremonia”.

Mi Diario a diecisiete de enero de 2004. Sábado.
BODA DE MONICA Y FRANCISCO JAVIER.
Ha elegido el invierno pues hay menos labor en el campo.

Hoy, mi querido Diario, te he bautizado: Te llamaré “El Madroñal”. Diario de Ana. Así cada vez que te abra recordaré “nuestro” Cursillo. ¡Cómo nos ha cambiado la vida desde que lo hicimos! ¡Cómo han cambiado nuestros “valores”, nuestra escala de valores!
Pero te dejo para contarte la Boda de Mónica y Francisco Javier. Lloré como una tonta. Me emocioné. Creo que José Carlos tiene la mano y los dedos escachados de tanto como se los apreté.
Mónica estaba guapísima. Y cuando al fin se quitó el velo, preciosa, preciosa. ¡Qué peinado más bonito y cómo le favorecía a la cara! ¡Y qué ramo de novia! ¡Qué maravilla! Fue el regalo de Elena. No dejó de sonreír en ningún momento ni de mirar a Francisco Javier con ojos enamorados. Y Francisco Javier estaba guapísimo. Es que tiene un tipazo. No te enfades José Carlos, ni tu te chives, querido Diario, pero estaba impresionante.
Pero si la ceremonia fue maravillosa, ojalá la pudiera contar entera, la oración que hicieron nos puso a todos los bellos de punta y la carne de gallina. La leyeron entre los dos, como ofertorio, y estaba en el librito que nos dieron para la ceremonia. La transcribo:

Mónica: Querido Jesús. Ya estamos aquí para el encuentro contigo que es todo Sacramento. Queríamos que Tú estuvieses en nuestra Boda como el invitado principal, para bendecirla. Pero Tú lo eres y has sido todo: el centro, el principio, el fin, el alfa y omega.
Cuando íbamos a decir “sí” nos hemos dado cuenta que nos faltaba el vino. Que sólo hemos traído nuestras pequeñas vasijas de agua vacías.

Francisco Javier: Hemos mirado a tu Madre, María, que te pedimos viniera contigo, y la hemos mirado con ojos de súplica, a esos sus ojos misericordiosos. Nos entendió al instante.
Te ha mirado y te ha dicho. Sus vasijas están vacías. No tienen vino. El vino divino de tu amor divino.

Mónica: Nos has mirado y nos has dicho. Llenad vuestras pequeñas vasijas de agua. Del agua natural de vuestras vidas. Limpia, cristalina, pura. De vuestro amor humano, de pareja humana, criaturas de Dios.

Francisco Javier: Con agrado, Señor, las hemos ido llenando durante nuestro noviazgo, con nuestro amor humano. Ahora te pedimos, Jesús, que Tu al “casarnos” transforme nuestro amor en tu amor, nuestro cariño en tu cariño, nuestra vida en tu vida. Nuestra agua humana en tu vino sobrenatural y divino. Sin dejar ser nuestro amor, nuestro cariño y nuestras vidas. Gracias, Señor, por tu vino. Por nuestro vino ya.

Mónica: queridos padres, hermanos, familia y amigos todos. Francisco Javier y yo, Mónica, queremos haceros partícipes de nuestro gozo, al casarnos en el Sacramento del Señor, y que seáis todos testigos de nuestro compromiso, sincero y firme, de formar un hogar cristiano donde nosotros y nuestros hijos puedan respirar con normalidad el amor a Dios nuestro Padre, a Jesús su Hijo y nuestro Pastor, y a su Iglesia nuestra Madre.
A vivir nuestras vidas como personas y como pareja según los criterios del Evangelio, con el estilo de vida con que Jesús vivió y con los valores de las bienaventuranzas.
Queremos vivir limpios de corazón, pobres de espíritu, sencillos como la paloma, mansos como el Cordero de Dios, misericordiosos con corazón del Señor, con amor a los hermanos en especial a los más pobres y necesitados por el hambre, la tristeza o el dolor. Defenderemos en nosotros y ante nuestros amigos la vida desde su concepción.
Queremos ser testigos vivos del Amor de Dios a los hombres, sus hijos, y del amor de Cristo Jesús a su Iglesia, a nuestra Iglesia, Pueblo de Dios que camina de vuelta hacia la Casa del Padre.

Francisco Javier: Uníos con nosotros en oración para que el Señor nos ayude a vivir así en su Amor.

En este momento los lagrimones nos corrían por el rostro a casi todos, incluidos muchos hombres duros y amigos más o menos descreídos.
Yo los dejé caer sin ni siquiera intentar secármelos. El rimel qué importaba. Lo que importaba era el corazón. Y el corazón lo tenía con una amistad inmensa en el corazón de Mónica y Francisco Javier.

Me muero de sueño. Otro día te contaré lo que falta. Yo también quiero una boda así.
Buenas noches, José Carlos. Mi beso de cada noche. Esta noche soñaré en nuestra boda
Y en como Jesús, nuestro Dios, cambiará nuestra agua en su vino.
Vino que después se hará su Sangre. Esta es mi Sangre que serás derramada por nosotros, por nosotros, José Carlos, por mí y por ti, para que podamos vivir en plenitud nuestro amor.

A la salida todos le dijimos a Carlos que si el les había escrito la Oración que leyeron. Nos dijo que desde luego, no. Que el solo la leyó ya escrita por Mónica y Francisco Javier y se limitó a decir Amén. De la abundancia del corazón, dice Jesús en su Evangelio, habla la boca.
Y Mónica y Francisco Javier tienen lleno hasta rebosar sus corazones.
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