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1.- SACRIFICIO Y RENUNCIA.
Mi Diario. Reunión del veintisiete de marzo de 2004. Sábado.
Todos los días de mi vida.
(Segunda versión)
La lectura de este relato que nos dio Carlos como base de la reunión de grupo, me impacto fuertemente. Alegría y tristeza, gozo y dolor, esperanza y desesperanza, sacrificio y satisfacción, renuncia y aceptación, firmeza y debilidad, fragilidad y fortaleza, heroísmo y sencillez, luz y oscuridad, catastrofismo, casi determinismo y fe, salud y enfermedad, pueden vivir juntas y compartir la existencia, sin romperla, ni debilitarla.
Chunche, creo que Asunción, era una esposa normal a los ojos de todos sus amigos. Quería a Juan con un cariño entrañable, le había dado tres inigualables hijos, Virginia, Beatriz, y Juan.,
Pero un día, nunca se sabe cuando empiezan estas enfermedades, Juan empezó a tener reacciones raras o extemporáneas. Probablemente Chunche ya se las había notado antes, y probablemente se las negaba a sí misma, eran imaginaciones suyas, pues esos síntomas eran hereditarios y ya estaban en la madre de Juan. No quería contar cuando jugaba al dominó con los amigos, y lo tomaba a bromas, las cosas de Juan, olvidaba las cosas más elementales y no se acordaba de lo que había pasado algunas horas antes.
La enfermedad se estaba desatando: Alcehimer, la temida y posible enfermedad de ascendencia familiar.
Para qué cansaros. La dedicación absoluta, el total cuidado y el rodeado siempre de amor y cariño, fue la nota dominante de toda la familia, pero en grado supremo, yo diría que heroico, con la heroicidad con que se hacen las cosas sencillas, pero continuas, absorbentes, sin descanso, sin un minuto para el respiro o para la propia persona, fue en Chunche una constante absoluta.
Conforme la enfermedad avanzaba, los cuidados intensivos se fueron haciendo más absorbentes y extenuantes. El abatimiento primero, Juan no habla bien, Juan no se mueve, Juan no anda, Juan deja de hablar en absoluto, Juan queda postrado en cama, Juan no se vale para el aseo, el baño, sus necesidades corporales, y todo hay que hacérselo, - bañar a Juan es una obra de titanes pues su cuerpo es un cuerpo inerte totalmente y flácido, - Juan no come, hay que darle para que trague cuchara a cuchara, sorbo a sorbo, Juan empieza a no oír ni ver, Juan va quedándose, a pesar de la sonda para comer, un esqueleto viviente pero Juan sigue siendo un ser querido, cuidado y mimado, mil por cien.
El día de su santo, esta vivencia se la tendré que agradecer siempre en el corazón inmensamente a nuestra amiga del alma, su mujer, sus tres hijos, su amiga de siempre Dolores y su marido, Elena y yo, sus últimos en el tiempo, pero muy cerca en el corazón, y Celso el sacerdote amigo, celebramos con gozo, ¿cómo puede haber gozo, en medio de tanto dolor y sufrimiento, cómo puede la presencia de Dios, cómo Dios mismo puede ser tan fuerte, celebramos con gozo la ceremonia de la luz.
¡Que hermoso fue de la luz de Cristo encender nuestras velas mientras Jesús se hacia presente en el Pan y el Vino, y ser luz con su luz, y amor con su amor, y pan en su pan y vino de vida cuando la muerte rondaba ya cercana a nuestro amigo!
Recordé la boda de su hija Bea, cuando ya en una silla de rueda entró Juan a la Iglesia para ser testigo del amor de su hija. Y el beso de Bea a su padre en la ceremonia no se si al final o para darle la paz.
Aún quedaban muchas noches sin dormir, echada en la cama de al lado, mi querida Chunche, más tiempo despierta y en entresueños, con el descanso siempre roto, respira bien, querrá un poco de agua, mojarles los labios apenas, cambiarles los ya de nuevo pañales, sin quejas, sin aspavientos sin decir que buena soy.
Y Juan ya no… ya no…
Pero Juan, repito con admiración, sigue siendo un ser querido mimado y cuidado.
En la salud y en la enfermedad. Renuncia y sacrificio, cuando el amor exige para ser amor, renuncia y sacrificio. Sin quejas, sin mártires, con alegría de servir y dolor compartido, en lo grande, cuando debe ser heroico y grande, y en los mil y un detalles pequeños de cada día.
Quien no sabe ni quiere sacrificarse y renunciar a mil cosas por amor, cuando lo necesita el amado, ni tiene amor, ni sabe lo que es el amor, y solo sabe mirarse su propio ombligo egoísta y egocéntrico.
Preguntas:
1.- ¿Cuál es la medida del sacrificio y de la renuncia para procurar el bien del ser amado?
¿Hasta dónde compromete, libremente, el amor?
2.- ¿Es la “medida del amor” como dice San Agustín, “el amor sin medida”?
3.- ¿No será mejor resguardarse, protegerse, poner un tope o un límite y a partir de él preocuparnos más por nosotros mismos y dejar al amado a su libre arbitrio y que busque sus propios remedios?
4.- Y si no tiene remedio, ni cura, ni vida propia, es ya solo vida vegetativa, o vida totalmente inmovilizada y sin posibilidad de interrelación, ¿porqué no acudir a la eutanasia, y que deje de sufrir él y nosotros, y no permita rehacer nuestra vida, ya solos, ya con otra pareja?
¿Acaso no sería mejor incluso, internarlo en un lugar donde tenga todos los cuidados necesarios y nosotros vivir una vida nueva por los años que nos queden? ¿No es “una primada” aferrarse a un muerto viviente?
Reunión de Grupo:
Fue Clara la que habló con una convicción que nos dejó a todos sorprendidos. Todos los cuidados físicos y materiales sin que estén envueltos en el cariño, la ternura y las delicadezas, no tienen sentido alguno en el terreno del amor. Aunque parezca que no comprenden ni nos ven u oyen muchísimos enfermos perciben la presencia de la persona amada, “la huelen”, y hasta cuando ya han perdido totalmente la conciencia, nuestra presencia, aún en el subconsciente, les produce o puede suponer un alivio y consuelo.
Pero es más, aunque solo sea por nosotros mismos, sentiríamos nuestro “amor” imperfecto, sin cerrarse en ese círculo perfecto, del que tantas veces hemos hablado, y levantaríamos entre el salir del yo para llegar al tu, y el tu, el muro más espantoso de egoísmo e ingratitud, al no devolver lo que el amado ha estado siempre dispuesto a dar y en mil detalles ha dado.
Tomás quiso añadir que cuando se cree en la vida, se tiene la cultura de la vida, aún desde los límites de la naturaleza humana, no tiene sentido ninguno la eutanasia, pues apoderarse de algo que no es nuestro, “la vida ajena”, y aún con su consentimiento y deseo, es truncar la propia naturaleza de vida y no de muerte, que rige toda vida humana.
Si nos elevamos a el plano de criaturas y Creador, sólo Dios como Creador único, principio y fin de todo lo creado, es dueño absoluto e irremplazable de de toda vida y más aún de toda vida humana.
Así como hay un mandato y permiso divino para que el hombre use todos los demás vienes de la Creación para su provecho y bien, (léase despacio el Génesis) no existe ningún lugar en que Dios ceda ese poder l hombre y le haga dueño absoluto y sin límites de su propia existencia y de su propia vida.
Que decir tiene que charlamos apasionadamente y que a veces casi nos tiramos “los tiestos a la cabeza”.
Pero si yo intento transcribir todas nuestras reuniones, no tendría jamás tiempo para dormir y ya sabes mi querido diario lo dormilona que soy. ¡Qué sueño! Me voy a dormir y hasta mañana si Dios quiere.
Creo que hoy me toca soñar con el angelito de José Carlos cuidándome cuando yo sea ancianita. Bueno, amor, nos cuidaremos mutuamente. Uno y mil besos.
Conclusión.
“La medida del amor, es amar sin medida”
“Nadie tiene mayor amor, que el que da la vida por sus amigos” y quién más amigo que tu pareja.
Y hasta amar al prójimo como a nosotros mismos, porque puestos nosotros en esas circunstancias, bien querríamos ser amados así.
“Yo sí sería capaz de dar la vida por mi novio” “Toda de golpe y segundo a segundo” le dijo una novia una vez en una reunión a Carlos y el novio aún tiene una sonrisa que nadie le puede quitar.
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