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Mi Diario a dieciocho de enero de 2004. Domingo.
BODA DE MONICA Y FRANCISCO JAVIER.
Ayer no te pude decir lo fantástico que fue “El Convite”, como Mónica lo llama, después de su boda con Francisco Javier.
Como sencillo, sencillo. Como acogedor, simpático y amistoso, a cien. Como entrañable, entrañable. Como familiar a mil.
Lo celebramos en un “almacén” para granos y verduras que tienen en el campo que entre los dos cultivan.
Tomás y María, Giorgio y Chiara, Marta y Guillo, Ernesto y Julia, los hermanos, primos y otros amigos, todos, se volcaron para ayudar.
Todo estaba muy limpio, muy sencillo y adornado con verdes y frutos del campo. Habían hecho guirnaldas de “enredaderas de yedra” para colgar del techo y cubos de labranza llenos de verdes, y flores por todas partes, yugos, palas de aventar, bieldos de madera, un trillo antiguo de piedras redondas incrustadas, de los usados en Fuerteventura, arreos de mulas y bueyes, todo con flores y verdes del campo.
Varias mesas con la comida ya puesta en fuentes y adornadas con hojas de higueras, una barra de bebidas servida por Tomás y Julia, que se vistieron ad hoc, hasta con pajarita, algunos lugares para sentarse en tertulia, sobre todo los familiares mayores, y en el extremo más cerca de la puerta o portalón, la pista de baile y el discjockey: Enrique.
Charlamos, bebimos, comimos, bailamos, hasta las cuatro de la mañana. En ningún momento decayó la fiesta y el buen humor y las risas y cuando los mayores se fueron retirando prudentemente por la hora, bueno ya altas horas, a los jóvenes no nos movía de allí ni un huracán.
Como ellos no podían gastarse mucho en el convite, tras una reunión previa de amigos coordinados por ellos con sus familiares, padres, hermanos y primos, nos repartimos el “menú”.José Carlos y yo llevamos unas croquetas de bechamel y jamón, otras de pescado, riquísimas. Claro que me enseñó mi madre a hacerlas y casi las hizo ella.
Sobró de todo y estaba todo a cual mejor. A mí me duelen los pies de tanto bailar. En algunos momentos la música fue casi de verbena, en otros, muy moderna y del día, pero nada chabacana, y al final muy romántica y sentimental, para bailar muy agarrados y juntos. Qué placer sentirme en los brazos de José Carlos, muy apretado a él, con mi cabeza en su hombro y su mano rodeándome la cintura con fuerza. Hubo rato en que en la pista éramos quince chicas bailando a lo loco y embriagadas por el ritmo.
Qué verdad es que para pasarlo bien y para divertirse a tope no hace falta montar todo un espectáculo, como mis padres y los de José Carlos quieren y van a montar. Hemos complicado las cosas tanto con tanto anuncio televisivo y tanta competencia social, que a veces no tenemos tiempo para preparar bien el Sacramento.
José Carlos y yo nos lo prometimos al terminar el Cursillo, como está en la primera página de mi querido diario, y aún con muchísimo trabajo lo venimos consiguiendo.
Buenas noche, diario querido. Antes de cerrar los ojos quiero hablarle a Dios de lo maravillosos que son Mónica y Francisco Javier, darle gracias por su boda y por su amor, el de ellos dos entre ellos dos, y el de Dios a sus dos hijos. Muchas, muchas, muchísimas gracias, Señor. Haré una oración de agradecimiento. Él sabrá convertirla en oración de peticiones concedidas si ellos lo necesitasen.
¡Dios mío, qué buenos amigos son! ¡Los queremos como hermanos! Y pensar que antes de Cursillo no sabíamos que existían. Un beso José Carlos. Buenas noches, Jesús, mi Dios.
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