domingo, 24 de febrero de 2008

06.- "Y yo para mi amado"

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II.- BUSCANDO SIEMPRE EL BIEN DEL OTRO.

Mi Diario. Reunión del veinticuatro de enero 2004. Sábado.

Reunión de Grupo:
En la última reunión Carlos nos dijo ya el tema de hoy. Y nos pidió que además de preparar el tema con el esquema, las preguntas y la oración buscáramos en nuestras pareja o en nuestras vidas alguna vivencia en que el uno se había entregado al otro buscando sólo su bien, nada más que su bien y exclusivamente su bien, renunciando de antemano y concientemente al bien propio aunque como al final vimos éste se produce y generalmente centuplicado. El ciento por uno, y después la vida y felicidad que perdura siempre en el corazón, eterna. Nos rogó que fueran vivencias sencillas, sacadas de la vida real y cotidiana; nada de actos de heroísmo desmesurados e instantáneos, de “un momento heroico”.
Hoy en la reunión fueron saliendo las vivencias personales fluidas, sencillas pero hermosas y generosas cien por cien.
Carlos nos contó que cuando él tenía trece años un día fue a Misa a San José, su Parroquia, a las nueve y media. Era verano, hacía ya calor, la Iglesia estaba totalmente llena y después de comulgar volvió a su banco y quedó recogido en la acción de gracias.
Un instinto superior a sus fuerzas le hizo abrir los ojos y mirar para su lado. En el frío suelo de mármol, arrodillada y recogida una mujer mayor daba gracias. Su madre.
Y hasta se resistió a arrodillarse en su puesto en el banco mientras él permanecía de pie a su lado.
Una madre con sencillez y espontaneidad, sin darle importancia a su gesto, no pide al hijo su lugar más descansado sino que busca el bien del hijo olvidándose del propio. Que mi hijo esté bien y pueda dar gracias bien.
Acto sencillo, casi sin valor para otros ojos. Para mi fue una gran lección de amor, de su amor de madre hacia mí.
Luego fue el pinta y gracioso de Tomás el que tomó la palabra. Alberto, mi mejor amigo del Colegio de los Jesuitas en Palma de Mallorca, y de mi vida, y yo, habíamos hecho unas chuletas para el examen de Geografía. Él, la primera parte de los temas; yo, la segunda. Salió un tema de la primera. Generosamente transportada en la banda negra de alrededor de la cintura del Padre, esa banda negra con que ciñen la sotana, donde la enganchó suavemente por la espalda, viajó la chuleta hasta mi puesto para que yo copiara el primero y si había tiempo, se la devolviera por el mismo conducto. No pensó en su aprobado sino en mi sobresaliente, terminó sentencioso.
Nos reímos. Pidió perdón ante la mirada acusadora de María. Esto es serio, Tomás.
Y entonces aún fue peor. Pues bien, aunque es íntimo, muy íntimo y personal, os contaré algo precioso y maravilloso de mi relación con María. María se fue poniendo colorada. Granate. Verde. Tomás ten cuidado con lo que cuentas, casi le chilló en un grito suplicante. María lo contaré con verdad pero con delicadeza. Cierra los ojos, tápate los oídos y espera a que termine. Tomás por favor, no. NO. NO.
En las relaciones íntimas y amorosas con María jugamos a ser amantes y amados. Cada uno va tomando la postura, bueno mejor, la personalidad, del amante para dejar al otro ser amado o del amado para dejar al otro ser amante. A veces en el fuego de nuestro amor las dos figuras se superponen, se funden, se unifican, se hacen una, como María y yo. María seguía con las manos en la cara. Encarnada hasta las puntas de sus pelos rubios y le temblaban las manos al entregarnos en confianza lo más íntimo de su pareja.
Pero Tomás siguió con una delicadeza, con una elegancia, que expresándolo todo, no hería más que el pudor y la vergüenza natural al entregar su intimidad en desnudez completa.
María a veces en esa forma maravillosa que tiene de amarme me pide que sea solo amado. Que ella será mi amante. Y yo guardo en mi corazón y el mi alma el amor pleno de mi mujer que quiere que quede en mi piel y en mis entrañas todas las delicias del placer de su entrega generosa, no solo sin exigirme nada a cambio sino incluso pidiéndome, que en ese momento no se lo devuelva para que sea todo una secuencia de su amor por mi.
Cayó Tomás y bajó sus manos María. Aún su cara era toda un tomate maduro y lujuriosamente rojo. Pero sus ojos eran todo amor por Tomás, todo delicia y desbordamiento de gozo al palpar cuanto él la amada y cómo sentía como la mayor grandeza de su alma y la mayor riqueza de su vida, el amor que ella le tenía.
Magdalena, como no la encantadora y sencilla Magdalena, en este momento con su oportunidad y delicadeza, volvió a bajar la pequeña tensión creada, dando al hecho, al hermosísimo hecho, la naturalidad de lo natural, entre parejas amantes.
Pedro es también así conmigo muchas veces y para mí es un inmenso placer saber que me quiere y que quiere mi placer y gozo matrimonial, de pareja, por encima de sí mismo. Quiere que yo sepa que me querrá siempre y que me lo dará todo porque yo sea feliz y llena de placer, gozo y amor, aunque yo nunca le correspondiera.
Y quisiera compartir con vosotros, que está entrega me llena por encima de toda otra entrega, corporal, carnal e íntima. Saber y saborear que él me ama así, es la culminación del gozo en mi persona.
Volvieron a salir otras vivencias y entregas generosas. Alguno como Giorgio dijo que él ya no tenía nada que decir porque todo lo que dijera sería baladí e insignificante.
Elena insistió que no existen actos insignificantes cuando proceden del amor y menos aún del amor generoso que busca solo el bien del otro.
Que un simple beso, una caricia, una flor, un gesto, un fregar los platos cuando le toca a la pareja, un ir al cine a la película que el otro desea ver, un pasar la tarde en casa de la suegra, risas, cuando hay un partido de la Copa del Mundo donde España se juega la clasificación, ah eso no, exclamó Pedro, nuevas risas, y un millón de cosas que forman parte de la servicialidad hacia el otro y por tanto del amor, son tan importante, a veces tan heroicas, como dar la vida por el amado en un momento de generosidad suprema, porque realmente es dar la vida al otro en el amor de todos los días de mi vida.
Mañana te seguiré contando las vivencias hermosas y generosas de las otras parejas.
En cuanto a José Carlos y a mí también te contaré y te diré que muchas veces sueño cómo será nuestra intimidad más intima. Tendida en la cama, lánguida, sueño despierta en él, y mis fantasías eróticas, creo que así las llaman, se van haciendo realidad vehemente y apasionada y yo sé, lo siento en cada partícula de toda mi piel, que nuestra realidad erótica y amorosa superará toda la fantasía más desbordante y desbordada. Es más bien un sentimiento, mejor una sensación placentera, pero serena y cálida, que se esparce por todo mi cuerpo, inunda mi alma y llena mi ser, toda mi persona, y que no dejo desparramarse ni agitarse, la mantengo en los límites de mi integridad y de mi conciencia cristiana para guardarla con amor hasta el día que se desborde en José Carlos tras la boda.
Creo que soy una chica como casi todas las chicas, muy apasionada y llena de deseos y de ternura, cuerpo y alma, y que no tengo nada de qué arrepentirme ni de sentirme distinta o rara. Se que no debo dejar correr mi imaginación más allá de lo que está en la naturaleza humana como normal ni de lo que está en mi conciencia cristiana como límites a mi actual soltería.
No soy timorata pero tampoco soy tonta o apocada. Dios y su Madre, la Virgen castísima, me guarden incólume para que mi entrega a José Carlos sea completa y sin grietas del camino.

Conclusión: Si, mi amado es para mí, pero yo soy totalmente papa mi amado.
Todo amor que o busca el verdadero bien del otro, y sí su capricho o sus gustos desmedidos, ni es amor, ni crea unión y generosidad.
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