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Mi Diario. Reunión del doce de junio de 2004. Sábado.
Reunión de todo el Cursillo de 2003.
Hoy nos hemos vuelto a incorporar a nuestro grupo. Pero para más felicidad ha venido a celebrar el año de Cursillo de EL MADROÑAL casi todos los que hicimos el cursillo juntos.
¡Qué alegría desbordante la de verlos a todos! ¡Qué alegría excepcional el volver a abrazar a Mónica, a mi querida y admirada Mónica, a Francisco Javier, a María y a Tomás, a Isabela y Juan Carlos, a Magdalena y a Pedro, a Clara y Jorge, mis amigos del alma y del grupo!
Creo que el abrazo que les di a Elena primero y a Carlos después fue casi interminable. De pronto sentí que había vuelto a la Casa del Padre y que allí estaban mis hermanos del alma.
¡Cómo se puede llegar a querer tanto a unos amigos en tan poco tiempo! ¡ Cómo se pueden crear lazos tan profundo, de compresión, cariño, intimidad y solidaridad compartida, compenetración y sentido de Iglesia, nuestra pequeña comunidad eclesial de fe, de esperanza y de amor, de caridad a todos los hombres, a todos los hermanos, a todos los hijos de nuestro amado Padre Misericordioso, del Padre de nuestro adorado y señor, hermano mayor, Jesucristo!
La fe y el amor, vividos en la comunidad de creyentes y seguidores de Jesús, han
transformado nuestras vidas, la de José Carlos y la mía.
Bueno fue una gran felicidad ver a todos los demás, sobretodo a los que han guardado un contacto mayor con nosotros, en especial a Julia y Ernesto que fueron los primero en casarse.
He de repetirte que todo el grupo, menos Magdalena y Pedro que no tuvieron con quien dejar la niña, pues sus padres ya se fueron d vacaciones, ¡no me quejo, Diario! Yo acabo de volver, estaban esperándonos en la puerta de nuestra casa el día seis cuando volvimos como te conté.
Nos reunimos en Misa en El Madroñal con Don Matías. Bendijo a Dios por todas las gracias recibidas durante todo ese año desde que terminamos el Cursillo. Bendijo a Dios por las parejas que se habían casado ya durante este tiempo, casi todas, y por cinco embarazos, “nuevos cristianitos” los llamó él, de otras tantas parejas. Pidió a Dios bendiciones para las que aún quedaban por casarse, nuestro grupo ya estamos todos casados, José Carlos y yo hemos sido los últimos hace unos días, y lloró sin lagrimas por una pareja de novios que rompió después del cursillo y antes de la boda, y casi con lágrimas por Cecilia y Daniel, Daniel estaba allí con nosotros, que tras tres meses de boda se separaron hacía muy poco.
La verdad es que sentí tanto lo de Cecilia y Daniel que yo también sentí un dolor profundo porque es duro aceptar que el amor pueda enfermar y morir. ¿Hasta dónde es amor, ese amor que se rompe, Señor? ¿Cómo podemos romper y matar un amor que está bendecido por Dios en el Sacramento y que El, poder infinito, absoluto y amoroso, se ha comprometido a no solo conservar sino aumentar y santificar, por la Alianza eterna con los esposos?
Después de la Misa pasamos al bar de al lado, “El rincón de El Madroñal” y en la mesa interior, larga y apaisada, y en dos o tres más nos sentamos a toar y compartir unas cervezas y unas botellas de vino del Monte, entre un montón de tapas y raciones.
Charlamos por los codos, saltábamos de mesa en mesa para compartir con todos y que nos fueran contando bodas, dónde vivían, trabajo, embarazos, y mil cosas más de mujeres y de hombres. Fueron unos momentos cariñosos y amigables, pues en el cursillo fue imposible compartir con todos. Yo procuré estar un rato grande con Daniel y con aquellas parejas no del grupo que hacía mucho tiempo que no veía o que no había visto desde el cursillo. Algunas parejas nos preguntaron por nuestro grupo. ¿Os habéis seguido reuniendo? ¡Qué maravilla! ¿Qué hacéis? ¿De qué habláis? Nos gustaría veros algún día. Venir por casa. Intercambio de direcciones, nuevos teléfonos de casas y casados y promesas de vernos.
Mónica, siempre Mónica, me dijo luego por teléfono, que ha quedado con otras cinco parejas para verse y ver si ellos también pueden ir formando un grupo. Mónica las caza al vuelo. ¡Si yo puedo compartir con otras parejas, me dijo, el bien inmenso que el Señor me ha hecho con vuestra amistad y nuestro grupo, no tengo derecho a no dárselo! Le dije que contara con nosotros y a José Carlos le pareció muy bien. Tenemos que hablar también con Don Matías, con Elena y con Carlos. La mayoría le comentó que les parecería maravilloso reunirse e ir profundizando en el tema de la sexualidad y la paternidad
responsable, y en la educación de los hijos.
José Carlos me dijo que mañana domingo quería hablar conmigo del largísimo aparte que hizo con Daniel, en que le contó la terrible odisea de su ruptura y separación y los meses de angustia y dolor que había pasado y pasaba aún, pues le dijo, “José Carlos, yo aún la quiero. Sigo profundamente enamorado de ella. La sigo sintiendo y sabiendo mi mujer ante Dios y los hombres, pero sobretodo ante mi carazón y mi alma”.
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