sábado, 11 de agosto de 2007

41.- "El amor de Dios en la parábola del hijo pródigo"

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Mi Diario. Reunión del veinticuatro de julio de 2004. Sábado.

Cuando tratamos el tema de “Esperándolo todo del amado” ya hablamos de la parábola del Hijo pródigo.” Pero allí lo vimos y tratamos desde el punto de vista del amado. Es decir del que recibe, al que se da el amante.
Hoy nos han pedido Elena y Carlos que lo miremos desde el punto el punto del Gran Amante, del Único Amante, pues en El amamos todos, de Dios. Y no de un Dios cualquiera, sacado de las mitologías o religiosidades de los hombres, sino del Dios Cristiano, del Dios del Nuevo Testamento, del Dios de Jesucristo, es decir del Dios Padre, Misericordioso, Justo, Compasivo, y amante hasta tal punto de sus Criaturas creadas, valga la redundancia para subrayarla, del “hombre” como raza humana, como criatura privilegiada de la Creación, sólo al último día Dios la creó, cuando ya había hecho todo su trabajo de seis días y había creado todo el Universo y todo el Cosmos, sólo entonces Dios crea al hombre rey de toda su Creación.
Tres rasgos de privilegios:
1º Lo crea rey y señor de toda la creación. “Y dominad la tierra” para que toda ella se le sujete y obedezca.
2.- Lo eleva de la categoría de “criatura creada” humana, a la de hijo amado, “hijo de Dios” y lo hace participe por el amor de su propia esencia, Dios es amor, de su propia vida divina elevando ese amor humano a amor y sin dejar de serlo, a amor divino, por lo que llamamos gracia, es un don gratuito, santificante, nos hace santo como solo Dios es santo, pidiéndonos que aspiremos a su misma y más alta santidad. “Se perfectos como mi Padre Celestial es perfecto”. Vocación última y mayor de todo hombre y mujer.
3.- Una vez caído por el pecado original, “en Adán pecamos todos” no se olvida de nosotros, no nos castiga o vuelve la espalda para siempre sino que se le llenan las entrañas de misericordia, de compasión y de ternura y “tanto amó Dios” Padre “al mundo que le entregó a su Único y Unigénito Hijo” para redimirlo, la volverlo a las altura aún que la de su creación antes del pecado en el Paraíso, a mayor altura de la bendición original, para hacernos sus hijos “y que lo seamos en efecto”, y eso entregando al Hijo, Segunda Persona de la Trinidad, que “me amó, (ojo, en singular, personal, intransferible, “y por todo los hombres” (total sin exclusión alguna, ni de raza ni de religión o fe ni aún de bondad o maldad) “y se entregó por mí” “hasta la muerte y muerte de cruz”.
De la bendición original, criatura dueña y señora de la creación, a la caída y pecado original. Del pecado original a la bendición filial, a la participación de su vida trinitaria.

Pero ¿cómo es el amor del Padre de la Parábola que representa a sin lugar a dudas a Dios Padre?

En la reunión de grupo fuimos desgranando sus características o notas personales, su forma de ser, de pensar, de actuar, su carácter, su naturaleza y esencia.
Claro, nos añadió Tomás que es nuestro teólogo, que a Dios nadie lo puede definir, porque es infinito en grado sumo en todas sus perfecciones, y porque si pudiéramos abarcarlo, definirlo, ponerle limites, donde estuviera dentro, nosotros seríamos Dios y El no, al ser más grande que El. El continente, el límite es siempre igual o más grande que lo contenido, que lo definido, que el ser al que le hemos puesto límites. A Dios ni se le puede abarcar, ni definir ni comprender, con ninguna inteligencia finita, creada como la humana.
Pero “por imagen y semejanza” podemos ir viendo cuales son sus características, su forma de ser, aunque sean todas en grado incompresibles por infinitas. ¡Dios mío, qué teológico y elevado es todo esto!
No os asustéis, nos dijo Carlos, Dios habla con sencillez a los sencillos y se revela, -decirse como es- a los humildes y limpios de ojos y corazón, no a los soberbios y poderosos.

Miremos en la parábola:

“Un hombre muy rico, labrador sencillo y bueno, un hombre del campo andaluz, tenía muchos hijos. Era dueño de todos los campos, todos los sembrados, toda la arboleda y todos los rebaños que se podían alcanzar con la vista. Suyos eran los pájaros del cielo, la noche y la mañana, la hermana lluvia y el hermano sol, el otoño y la primavera, y sus riquezas eran tantas que no estaban ni podían registrarse en ningún libro.

Releímos el párrafo y Francisco Javier lo comentó:
Dios Padre, a quien se le atribuye teológicamente la Creación, es el Dueño y Señor de todo lo creado. El hombre como creación predilecta suya no dueño de sí mismo, sino que Dios es su dueño y creador.
Aún admitiendo la no existencia de Dios, el hombre tampoco sería dueño de si mismo de manera absoluta. Su libertad, y por tanto su libre albedrío, estarían bajo los límites de su propia naturaleza: la naturaleza humana.

Un día el hijo más pequeño, botarate él y viviendo en las riquezas no trabajadas y el mayor ocio, le dijo: Padre, quiero irme a recorrer mundo y a vivir mi vida por mi cuenta sin la protección de tus ojos, pendientes de mí. Déme pues lo que me corresponda en herencia de la hacienda, que yo te lo agradeceré.
El Padre aún partiéndosele el corazón, como respetaba hasta más allá del límite del bien y del mal, su libertad, le había creado libre, le había educado libre, siempre le había dejado libre sin ataduras algunas, partió la parte que era su parte y se la dio. Con dolor casi infinito pero sin protesta, le vio partir. Nadie jamás había visto ni tenido un padre tan magnánimo en el dar y tan generoso en el respetar la libertad de sus hijos, sin exigirles nunca nada a cambio de su total donación, ni forzarle nunca a hacer la voluntad del Padre. Ni en un ápice.

Magdalena añadió:
A Dios se le parte el corazón ante la maldad y la malicia humana.
La respeta más allá de los límites del bien y del mal, su libertad.
Crea al hombre libre, dejado libre sin ataduras algunas.
¿Te ha obligado Dios, alguna vez a hacer SU voluntad y coartado la tuya personal?
Le da su herencia, no se la quita y le deshereda, ni se la retiene, aun cuando sabe que va a hacer mal uso de ella.
Si protesta, sin reproche, sin acusaciones, le deja partir, pero con dolor casi infinito.
Es magnánimo, generoso, respeta nuestra libertad, dada por El, sin arrepentirse, y
No nos fuerza a hacer la suya.

Alegre, dicharachero y como en una fiesta se alejó el hijo menor. Llegó a tierras lejanas y en juergas, malos y aprovechados amigos, rameras, meretrices y busconas, francachelas y borracheras, aún no había droga, que si no, hubieran sido drogas, malvendió, malgastó y dilapidó su fortuna. Pronto era más pobre que los pobres del lugar, que dignamente guardaban de lo poco que tenían con honradez y cuidado. Como porquero se puso a trabajar en la hacienda de otro señor. En verdad, en verdad, os digo que era “otro” señor. Le faltaba el señorío, la generosidad y la grandiosidad de alma. Como era de este mundo, de la ralea de los que nunca han mirado al cielo y no ven más allá de los bienes de la tierra, era un explotador. Un lobo para el hombre.
Y así empezó a pasar hambre, frío y soledad. Si al menos pudiera comer de las algarrobas que comen estos cerdos que se las dan para que engorden y sacarle más a su venta. Pero nadie se las daba. Y porque comenzó a pasar necesidad se dijo: los jornaleros de mi padre tiene pan para hartarse y yo aquí me muero de hambre. Sí, me levantaré. Volveré junto a mi padre. Y por necesidad que no por arrepentimiento sincero, volvió pensando decirle. Trátame como a uno de tus jornaleros, pues he pecado, ojo, habla de pecado, luego el pecado aunque el mundo hoy lo entierre y lo ignore, existe, contra el cielo y contra ti. Ojo habla de un pecado contra Dios y un pecado contra el prójimo, contra el hermano, y en el mismo acto de trasgresión, no en dos. Y levantándose, partió hacia su padre. Me gustaría que os fijaseis. Se levanta y parte HACIA.

Mónica tenía los ojos enrojecidos. Si alguien ama a Dios con fuerzas entre nosotros estoy segura que esa es Mónica. Quiere a Dios con la ternura de una hija amante y delicada.
Lejos de nuestro Dios, lejos de Dios, se pasa hambre, sed y frío en el alma aunque tengamos todas las bellotas del mundo y el mejor de los señores en vez de un explotador.
En la Casa de nuestro Padre siempre hay pan para sus hijos y para todos los hombres incluso para los que no creen en El. Danos hoy nuestro pan de cada día, y cada día nos da el pan de su palabra, de su cuerpo y a través de los hermanos, sólo a ellos y no a El corresponde la responsabilidad, el pan material, el abrigo, el calor, el agua del amor y la acogida y la comprensión.
Quizás esos males que le achacamos a Dios como creador de ellos, las catástrofes, los terremotos, los maremotos, la erupciones volcánicas, los corrimientos de tierra, los huracanes, y todos los males que nos vienen de la propia naturaleza y de sus leyes inexorables, son llamadas de Dios hacia la solidaridad de los hermanos y hacia “la vuelta a casa” y la mirada ansiosa por volver a encontrar a Dios.
Pero antes de terminar os quiero decir, añadió Mónica, que muchas veces es el egoísmo humano, que ha acaparado todas las tierras firmes y seguras para unos pocos y ha empujado para poder vivir a “las tierras peligrosas” a los más desheredados, a los más pobres y necesitados.
Y al como nos contó Carlos la parábola añadiría que a veces solo el dolor y el sufrimiento nos hace volver a descubrir el “sentido del pecado” pecado que cuando es contra Dios siempre es también contra el hermano.
Dios Padre es el más maravilloso de todos los padres y el más atento y solícito por todos sus hijos, uno a uno.
Calló Mónica y casi nos dejó sin habla a todos.
Y entonces como siempre rompió el silencio Clara.

Y cuando aún no había llegado, pero ya iba en dirección de, aunque estaba todavía lejos, “todavía lejos del padre y de la casa paterna” LE VIO SU PADRE.
Pero, ¿porqué le vio?.... ¿cómo es que le vio?....
PORQUE LE ESPERABA TODOS LOS DIAS. NO DE UNA FORMA PASIVA, SENTADO EN SU CASA.
No de una forma coercitiva, yendo a buscarle y obligándole a volver. SINO DE UNA FORMA ACTIVA, "mirando a lo lejos", desde una terraza, desde un montecillo, donde debía de subir mil veces con la esperanza siempre de verle aparecer... esperándolo anhelante,... saliendo a esperarle...cada día, cada hora, y esperándole con el corazón esperanzado en que él volvería. Y..."CONMOVIDO",..... "salió el padre a su encuentro, CORRIO, se echó a su cuello, y le besó efusivamente". Lo levantó del suelo, (ahora que él, libremente, ha dado el primer paso, sí, le ayuda, sí, le puede ayudar sin quitarle LA LIBERTAD QUE LE DIO) lo abrazó, y "hizo una gran fiesta".
(Lc 15. 11-32)

Dios está siempre mirando a ver si venimos de vuelta. Paciente pero anheloso, vigilante, despierto, con el corazón abierto. Con la esperanza siempre de vernos aparecer, para si nosotros hemos dado el primer paso, correr a nuestro encuentro, levantarnos, nada de esclavos, hijos, abrazarnos, echándosenos al cuello, qué amor, qué deseo, más fuerte que el de una madre, conmovido, para besarnos efusivamente. Y cuando volvemos hace una gran fiesta. “Más alegría hay en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no han necesidad de penitencia”
Si transcribiera todo cuanto dijimos de cómo es Dios tendría que comprarme otros mil Diarios.
Sólo diré que el perdón, la misericordia, la lealtad, la justicia, la paz, la alegría, otro día te hablaré, mi querido Diario, de la alegría de Dios, la mansedumbre, la humildad, (Dios ¿humilde?, sí, Dios humilde) la ecuanimidad, y todas las virtudes y perfecciones en grado sumo e infinito.
Irá saliendo a través de todo el Diario, puesto que Dios como Dios y Padre es para mí el Gran interlocutor de todo lo que escribo.
A modo e conclusión diré:

EL AMOR DIVINO, EL AMOR DE DIOS, SIEMPRE VERDADERO Y TOTAL, ES SIEMPRE ESPERANZA DE SER CORRESPONDIDO.
Y esto nada lo mancha, sino lo enaltece, lo purifica, lo completa y lo cierra, en ese círculo perfecto que es el amor, que va en igualdad de entrega y darse, de ti a mí, de mí a ti, tan perfecto, que crea un "NOSOTROS", un nosotros maravilloso entre Dios y el hombre.
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