sábado, 11 de agosto de 2007

26.- "El resto de la Boda y del día"

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Mi Diario a ocho de mayo de 2004. Sábado. Boda.
BODA DE ANA Y JOSE CARLOS.
Escrito el doce, miércoles.

Segunda parte
COMPLEMENTO AL TEMA
José Carlos con su madre me esperaban ya en el ALTAR, donde íbamos a ratificar nuestra mutua entrega.
Es curioso, querido Diario, que en el ara del Altar de Cristo, Ara del Sufrimiento y de la Cruz, Ara de la Redención, de la Salvación y de la Liberación, y se iba a realizar el acto más alegre, bello y sin asomo de dolor de mi vida: mi entrega a José Carlos, su entrega a su Ana, nuestra entrega juntos a Dios. Sólo júbilo, alegría, esperanza. Sólo paz, tranquilidad, firmeza y fe. Pero también es verdad que el Viernes Santo termina siempre en la Pascua de Resurrección. Y mi Sacramento, nuestro Sacramento del matrimonio tiene sus raíces profundas en la Resurrección del Señor. Es Sábado Santo noche, Domingo, de Resurrección.
Le miré a José Carlos. vi. sus ojos sonrientes, que me esperaban y me atraían. Luego fui regando mi mirada por mis y sus amigos, mi y su familia, mi y su hermanos, que estaban de pie en los bancos, vueltos hacia nosotros. Al salir, del brazo ya de José Carlos, eran nuestros amigos, nuestra familia, nuestros hermanos, nuestros parientes. Ya no míos. No suyos. Nuestros.
Todos los días de nuestra vida. Sin reserva alguna para nosotros mismos. Entregándolo todo. Esperando, con amor y en el amor, todo, todo, todo, del amor.
Vamos a hacer de la fórmula de nuestra entrega en el Sacramento la pequeña oración, juntos, de cada mañana.
“Yo Ana, José Carlos, te quiero y estoy enamoradísima de ti, y me dono, entrego y doy totalmente a ti, sin reservarme nada que no sea totalmente tuyo, esperando todo de tu amor y de nuestro amor compartido, en las alegrías, la vida juntos, la familia, los hijos, y el recibir tu amor cada instante, y en las penas, los momentos amargos, las tristezas, las desavenencias, los enfados, las divergencias no asumidas por ambos, las peleas, en la salud, las diversiones, el bienestar porque estamos juntos, y en la enfermedad , el dolor, el sufrimiento, quizás la decrepitud y limitaciones de la ancianidad, en la pobreza, no sólo en las dificultades económicas o carencias materiales, el paro, el retiro o la jubilación, sino en la pobreza de alma y espíritu, en nuestra a veces mediocridad, tibieza, falta de empuje o entrega, fallos a nuestro Dios y arbitrariedad al Amor, individuales o de pareja, falta de entrega a los demás o solidaridad, y en las riquezas o prosperidad, recibidas como regalo de la Providencia, tenidas no como dueños sino como administradores de los bienes de Dios y de los hermanos, compartidas con ellos en amor y solidaridad, no como quien da sino como quien recibe, usadas con alegría, sobriedad, moderación. Mesura y discreción, enseñando a nuestros hijos a agradecérselas a Dios y a usarlas en el amor, y de las riquezas del alma y del espíritu, cultura, educación, y sobre todo gracia de Dios y en Dios, sentirnos y ser hijos suyos, y vivirlo y saborearlo en la pareja, José Carlos y yo, y con nuestros futuros hijos.
Mucho espero, querido Diario, pero con su gracia y amor, imitando y haciéndonos un poco el Jesús, hijo de María, y encarnándonos en El, espero que en este día de hoy lo vivamos con fe.
Ana.
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