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Mi Diario a ocho de mayo de 2004. Sábado. Boda.
BODA DE ANA Y JOSE CARLOS.
Escrito tras el viaje de novios el día cinco de junio de 2004. Sábado.
Yo a diferencia de otras chicas, que respeto aunque no comparta sus opciones, nunca había hecho el sexo. José Carlos tampoco: me ha dicho que yo soy la primera mujer en su vida.
Desde luego su inexperiencia, a pesar de tantas escenas de cama en las películas, lo confirma plenamente.
Pero aunque "nos estrenábamos" los dos, he de confesar que debo agradecerle su infinita delicadeza, su prudencia para no hacerme daño, su tacto cariñoso, físico y mental, su espera paciente y desenervante a que sus caricias íntimas y delicadas, eligiendo siempre las que fueran de mi agrado, y no de su deseo o pasión, y sus susurros tiernos y amorosos, subiendo a apasionados en mi oído, para que yo fuera entrando en clímax sin rechazos, para que mi cuerpo se fuera revolucionando a la par que mi alma, empujándome en el deseo, sí en el deseo carnal, en el ansia de toda mi persona, espíritu y cuerpo, de ser poseída "por él", de que su cuerpo y el mío fueran una sola carne, como desde novios, hacía ya mucho tiempo eran un solo espíritu y una sola alma.
¿No es este el proyecto de vida en común, que es la vida del matrimonio y del sacramento?
También he de confesar que anoche, después del banquete, las copillas, el champán y el baile, lo intentamos sin éxito. Pero no nos traumatizó nada. Estábamos advertidos y casi lo esperábamos.
Fue el vino, fueron las amontonadas emociones, fue la timidez que invadió mi alma al dejarme acariciar por sus amorosos y deseosos ojos mi desnudez completa por primera vez ante el amado, que cuando se acercó desnudo nos abrazamos fuertemente y nos echamos a reír de felicidad.
Lo volvimos a intentar y volvimos a fracasar. Abarzados, acariciándome suavemente mis pechos nos quedamos dormidos.
Sí es verdad después de la noche de boda viene la tranquila, larga y apasionada mañana del día siguiente. Me da pudor describir todo lo que sentimos y todo lo que nos compenetramos. Sólo te confiaré, mi querido e íntimo diario que le entregué mi persona entera, todo cuanto soy y he sido, en cuerpo, totalmente mi cuerpo con todos sus sentidos, con el summum del placer, y mi alma, en cada latido del resto de mi vida.
"Supe", sin palabras casi, pero con el maravilloso lenguaje del amor corporal, del amor físico, impregnado y inmerso en la entrega de mi persona, que José Carlos me ama con toda la intensidad de su ser, como yo le amo a él.
Gracias Dios mío. Gracias por su amor. Gracias por tu amor y gracias por el Sacramento.
Yo se que para otras muchas parejas esa noche, ya hayan o no hayan tenido relaciones íntimas antes, es ¡gloriosa y exuberante! Para nosotros, aún sin el sexo en su culminación y éxtasis no fue desde luego ni desilusionante ni frustrante. El sexo en su plenitud y desbordamiento vino, maravilloso, apasionado y
vehemente hasta sus cumbres más altas en los días siguientes e intenso hasta tal punto que me da casi vergüenza contarlo.
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