sábado, 11 de agosto de 2007

35.- "No pesa. Es mi hermano"

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SERVICIALIDAD Y BENEFICIO DEL OTRO.

Mi Diario. Reunión del diecinueve de junio de 2004. Sábado.
El amor es servicial, es benéfico. San Pablo.

Me contó un amigo que había leído esta anécdota en una revista para jóvenes, nos dijo Carlos al terminar la reunión pasada.
Os la doy resumida aquí como si fuera una de las cartas que normalmente comentamos.
La fotocopia decía así:
En una ocasión un grupo de muchachos de quince y dieciséis años subieron a Navacerrada, Sierra de Madrid, a esquiar y pasar el día de vacación con dos Padres Salesianos que eran sus profesores y monitores.
Hacía sol y la nieve estaba suelta y maravillosa para deslizarse por ella. No hacía viento, ese viento terrible que se cuela a través del anorak, helado, atenazador, que te llega hasta los huesos y te deja la carne aterida.
Cada cual según sus habilidades se fue hacia una de las pistas reservadas para cada práctica a fin de no entorpecerse ni crear peligros de choque y caídas.
Un grupo cogieron sus trineos y subieron la cuesta de nieve por la pendiente reservada a subir mientras otros bajaban alocadamente y “suicidamente” ya de dos en dos, pis hacia delante, ya de uno en uno, a veces con la cabeza por delante y los pies detrás, boca abajo sobre el trineo controlando la dirección clavando un poco la puntera derecha o izquierda del pie.
Otro grupo, los avezados, subieron en el telesilla hasta la última estación para allí como relámpagos dejarse deslizar hasta los pies de la montaña junto a la cabina de vuelta. Diez viajes no recuerdo cuantas pesetas. Los supersabios cogían la ladera casi en vertical siendo su velocidad casi la del viento y sus tiempos casi ni dos minutos.
Los menos sabios o más prudentes cogían la ladera en zigzag haciendo unas curvas de 180 grados en los lados de la pista con cuidado de no seguir de lado pues se entraba en terreno muy peligroso.
Cuando no se podían dominar los esquís se intentaba dominar la velocidad clavándolos creo un poco en cuña, y luego en un arranque de valor, tirándose al suelo y rodando unos metros mientras los esquís se soltaban automáticamente de las botas, pues sino te podían romper un tobillo.
Cuando ya llegaba la hora de volver al autobús para regresar a Madrid, el grupo se fue reuniendo en la cafetería a tomar algo “calentito” y muchos en un rincón a quitarse las botas y frotarse los pies helados, poniéndose unos gruesos calcetines y unas zapatillas para volver que previsoramente habían metido en la mochila.
De pronto alguien dijo: Falta Claudio. Claudio Henríquez. Se miraron unos a otros. Se miró fuera y en los servicios por si Claudio estuviera por allí. Claudio o aparecía.
¿Quién le vio el último y dónde? Claudio esquiaba medio bien y subió en el telesilla conmigo, dijo Juanillo, su compañero de pupitre.
Yo le vi que se tiró un par de veces delante mía por la pista grande y que le costaba mucho coger las curvas. De hecho en una de ellas se cayó y rodó bastantes metros tras cogerla muy abierta y a gran velocidad lanzarse cuesta abajo. Pero tras levantarse volvió a la pista por donde todos nos tirábamos que era un camino ya trillado en la nieve.
Salieron todos a buscarle. Podía haberse deslizado por el lado de los pinos, entre hoyos y árboles y haber caído en alguna parte tras salirse del camino marcado.
Se dividieron en dos bandos para explorar los dos extremos laterales de la pista. El padre Alfredo, más joven subió con ellos. El Padre Manolito, así le llamaban todos, se quedó abajo a pie de pista por si había que avisar a nuevo auxilio por caída grave.
Todos tenían el alma en la garganta. Un grupo de tres, jóvenes y ágiles, subieron rápidamente por el lado que había más árboles. A media cuenta al grito, los tres unidos y fuerte, de Claudio, Claudio, en una hondonada oyeron un grito de aquí, aquí. Como una exhalación corrieron hacia el lugar. Claudio estaba caído, magullado y enredado sus esquís en un arbusto pequeño de tan forma cogido, por estar medio de lado y boca abajo, que ni podía liberar los esquís n sacar los pies de ellos pues se habían quedado atascados en vez de saltar. Tenía los brazos mascullados y una rodilla con un golpe fuerte contra el pino.
Costó trabajo liberarlo y sacarlo de la hondonada. Como no podía andar bien y menos sin botas José Joaquín se lo echó a borricote sobre la espalda.
Empezaron bajar despacio. Pronto legaron al camino de pista y siguieron el zigzag de bajada, desde más arriba de la mitad de la pista.
Los gritos y la alegría de todos llegaron a los otros grupos. Y empezaron todos, la vuelta.
Cuando los vio el Padre Alfredo que venía del otro extremo le gritó a José Joaquín: Ahora vamos a ayudarte. Y este respondió con voz alegre: No se preocupe, Padre. NO PESA, ES MI HERMANO.

Preguntas:
1.- ¿De verdad creemos, en la praxis de nuestra vida y conducta, que hemos sido creados para el amor, y que el amor SIEMPRE ha de tener objeto, es decir ser amado, y en el hombre es y debe ser Dios y Dios a través de los hermanos y de todas las criaturas?

2.- ¿La "servicialidad" es una actitud temporal y espontánea, cuando nos viene bien, nos place, estamos de buen humor o buen rollo, o nos conmovemos y compadecemos o es y debe ser una actitud permanente del corazón y la razón humana de apertura continua y generosa hacia los demás?

3.- ¿No vivimos casi siempre de cara a un “me place”, “me apetece”, “desearía”, “deseo” y buscamos lo que deseamos en el placer y en la comodidad y vivimos de espaldas a las necesidades de los demás y de hacer el bien como “rumbo permanente del alma y de toda nuestra persona?

4.- ¿No rechazamos, a veces hasta con violencia o al menos con cierta repugnancia y hasta asco, las personas humildes, pordioseras, hundidas, pobres y necesitadas y nuestra “caridad” es aséptica y escrupulosa que entrega la ayuda pero o el corazón y la persona?

5.- ¿Qué nos dice y enseña la persona de Jesús y su mensaje evangélico?
Citar versículos evangélicos donde el Señor describe cómo debe ser la caridad y el amor al prójimo.

6.- ¿Termina nuestra caridad y amor en los padres, hijos, hermanos, amigos y demás familia, sin llegar a conocidos, compañeros de trabajo, desconocidos, extranjeros, emigrantes, “míseros” de otros países y lugares, de tragedias y catástrofes humanas o naturales, de razas, negros, árabes o moros, asiáticos etc. que nos parecen menos que la raza blanca y europea o de los países ricos americanos?

7.- ¿tienes idea de lo que exige la bienaventuranza “bienaventurado los pobres”, los reales, los físicos, los que andan perdidos por el mundo, (los de espíritu hay que encajarlos con calzador en esta bienaventuranza) “porque de ellos es el Reino de los Cielos”, el Reino del Padre, el reino de Dios?

Reunión de Grupo:
Entre pobreza efectiva y real de los pobres del evangelio, los que fueron invitados a la boda, después de rechazar a los que no tenían el vestido blanco, o a los que se disculparon porque tenían otras muchísimas cosas “terrenales” que hacer, y que desde luego es muy probable que no tuvieran las túnicas muy blancas, pero que el Señor de la Boda sí vio un traje limpio e inocente del alma, y “la pobreza de espíritu”, quizás inventada por nuestras apetencias terrenales para hacer más grande el “ojo de la aguja”, el ojo de la puerta ojival, y no tener que platearnos el “desprendimiento efectivo” para que se haga presente el desprendimiento del corazón, después de una discusión casi violenta por apasionada, dejamos de dialogar y de escucharnos, se fueron calmando los ánimos y vinimos todos a coincidir que quizás y sin quizás la pobreza cristiana es el gran tema pendiente y sin resolver, quizás por ser el más difícil, de los cristianos de todos los tiempos.
El equilibrio entre desprendimiento efectivo y necesidades, que no caprichos, “lo necesario” y “lo conveniente” con lo superfluo y fatuo, innecesario que hay que desprenderse realmente para ser pobres evangélico y de corazón, pobre de bienaventuranza, s a veces muy difícil y en el que nos engañamos a nosotros con más facilidad diciéndonos que lo necesitamos, que nos es necesario, que es conveniente sino personalmente para la familia etc.

En lo que sí estuvimos muy pronto de acuerdo, porque nos parecía verdad central del cristianismo, resumen de todas las obras de misericordia, esencia del amor en la antropología cristiana, basada el la propia naturaleza del hombre y en la buena nueva de Dios, es que el hombre sustancialmente es y debe ser amor, y el amor nada es si no hay "servicialidad".
Lo dice Pablo perfectamente: El amor es servicial. No busca sus propios intereses. Busca siempre el bien.
Si no tenemos un corazón servicial no tenemos un corazón cristiano y yo personalmente añadiría que ni humano. En esta la creación y la revelación como no podía ser de otra forma teniendo un mismo Autor, coinciden perfecta y totalmente.

Conclusión:
Si no tenemos un corazón pobre y amante de los pobres, desprendidos de las cosas de este mundo, todos los demás mandamientos se desvanecen las demás bienaventuranzas pierden su fuerza, su vigor y su realidad viva. La pobreza de corazón es la gran preparación para acercarse con fuerza al Sacramento de la Eucaristía. Es la única actitud posible para recibir realmente al Señor.
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