sábado, 11 de agosto de 2007

28.- "La comunicación profunda y el diálogo íntimo"

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Mi Diario, Reunión del quince de mayo de 2004. Viernes.
Comunicación y diálogo, esencia de la vida en común.

Cuando el grupo nos fue a recibir al aeropuerto a la vuelta de nuestro Viaje de Novios, Mónica y María me habían guardado las notas y “las cartas” de estas tres reuniones del Grupo a las que José Carlos y yo no pudimos asistir. Con ellos, claro sin las aportaciones de la reunión de grupo, he reconstruido al completo las reuniones, en Mi Diario con mis reflexiones o con el diálogo sobre el tema con “mi marido”. Qué bien suena, “mi marido” Sí, amor tú, José Carlos.

Mi querido Diario:
José Carlos y yo hemos empezado una nueva relación. Un nuevo noviazgo, una mayor
Compenetración y forma de comunicarnos y entregarnos el uno al otro, que es el amor.
Ya hace más de dos años, quizás más de tres, que nuestras conversaciones y diálogos, pláticas y coloquios se han ido convirtiendo poco a poco en un volcar sobre el otro lo más íntimo de nuestras personas, nuestras ideas más secretas, nuestras apetencias más entrañables, nuestros deseos más recónditos, nuestras ilusiones más profundas, nuestras convicciones más firmes, nuestros sentimientos más hondos, lo más oculto y escondido en lo más entrañable de nuestro ser, nuestro yo más completo y más personal y reservado, aquello que guardamos celosamente a las miradas y oídos de todos solo para nosotros mismos.
Pero no sólo en el sexo y en la intimidad de las apetencias corporales o carnales, no.
Creo que hemos ido construyendo un diálogo del cuerpo pero sobre todo del alma. En este diálogo del alma, de nuestra persona entera se acopla y encaja perfectamente el diálogo del cuerpo. Y este diálogo se ha ido transformando en una conversación continua y sutil, a veces etérea y hasta silenciosa, porque muchas veces no nos hacen falta palabras para entendernos y compenetrarnos y otras veces aún en la distancia y la separación yo noto la unión y su presencia, sé que nos estamos comunicando y dialogando en perfecta armonía de sentimientos e ideas.
Claro que este diálogo solo se puede dar en una entrega absoluta y una donación plena de nuestro ser al ser amado, y es mucho más lo que hay de nosotros mismos en nuestras charlas que de circunstancias exteriores.
Yo se que hay que hablar del dinero, de las cosas materiales, de la casa, del trabajo, del dolor y las enfermedades, de las alegrías y consuelos, de los sueños materiales y hasta corporales, la sensibilidad, la sensualidad y la sexualidad, del futuro, y de otras tantas mil cosas del mundo y sus circunstancias.
Sí también de la casa, de la nevera rota, de los zapatos de Juanito, del gasto en la Primera Comunión de Isabelita, de su educación y formación, de sus problemas y amistades.
Cómo no le voy a contar “mi día”, mis horas en su ausencia, es decir las que por necesidad pasamos separados, los encontronazos y desarmonías con mis jefes y compañeros, y las armonías, satisfacciones en el trabajo bien hecho, etc. pero lo que más llena mi alma son esos momentos en que con palabras unas veces, pues son necesarias, y otras veces sin ella, la comunicación se hace tan profunda, tan entera, tan del alma, tan íntima, que quedamos compenetrados el uno en el otro, y se hace realidad “serán dos, en una sola alma”. Es lo que yo llamo “la comunicación profunda”, “el diálogo del cuerpo y el alma”, “la entrega total de nuestro yo”. Ser libro abierto. Todo transparencia.
La vida y el pasado abierto porque quiero. Aunque tenga que llorar por el. José Carlos y yo nos hemos peguntado si la entrega total de “la vida pasada”, amistades, amores, debilidades y virtudes eran necesarias compartir para que la comunicación fuera completa. No, fue nuestra respuesta. Ni es totalmente necesaria ni a veces puede ser aconsejable y bueno. Lo que se entrega es la vida hacia delante desde que nos enamoramos. No hacia atrás. No lo que ha quedado fijo y clavado en el pasado y es inamovible ya, y no lo podemos cambiar para entregarlo limpio y hermoso al amado. Ese pasado se puede si se quiere, sin exigencia desde luego del amado, ir entregando en la medida solo de que cree unión y cariño. Si va a crear celos, infundados pues el pasado no “le pertenece”, recelos, desuniones, dificultades, desavenencias, es mejor dejarlo totalmente en el olvido. Lo que del pasado pueda unir, ayudarme a superar en el presente, apoyarme en el amado para la entrega y la vida, crear un pozo común de recuerdos, la infancia, los amigos, la vida familiar, las dificultades o sufrimientos pasados que al entregarlos puede crear compasión, en su verdadero sentido, sufrir con, puede ser entregado sin prisas, sin guión, cuando salga y venga espontáneamente. Quedarse en el diálogo sobre el pasado, sobretodo cuando se convierte en curiosidad malsana, en hurgar en los bordes de las heridas o caídas, o quedarse en el diálogo superficial y baladí, aún en el necesario pero solo de tejas para fuera, es ya un fallo y un deterioro. Quedarse ahí sería un error que ya empezaría a romper la pareja. Cuando no se crece, se descrece, se merma. Así el amor. Cuando no vives y sientes que vives, estás empezado a morir y muere. Cuando no creces y nada hay que haga crecer más la pareja que el diálogo del cuerpo, sí, pero también del alma, decreces, y al final nada queda sino la rutina, el sin entusiasmo y sin ilusiones, la desilusión pues y la monotonía más anodina y desesperante, el caminar junto a ti por inercia y por costumbre, sin vida compartida y sin unión de corazón y alma. Vida vegetativa pero carente de vida.
Por eso aunque ya hayamos hablado del diálogo quisiera insistir en el diálogo profundo. En él, lo más íntimo de mi ser va saliendo suavemente, sin aspavientos ni violencia y se va entregado a José Carlos con normalidad y viceversa. Y él me recibe como yo le recibo, con cariño y en el amor.
Soñamos juntos los hijos, tras soñar juntos la vida. Todos vendrán, si Dios quiere, deseados en el amor, como fruto del amor, nacidos en el amor, y recibidos de amor de Dios Padre.
Nos gusta hablar de Dios, de nuestra relación con El, del amor a su Hijo Jesucristo, de cómo nos sentimos amados y protegidos por la Virgen, su Madre, con ternura y cariño de también Madre nuestra.
No podré nunca querer a nadie como te quiero a ti José Carlos, porque a nadie podré entregar lo que te he entregado a ti de mi misma. Busco, profundizo y escarbo en lo más profundo de mi persona y no encuentro nada que no te pertenezca, que no comparta contigo.
Compartimos el cuerpo, el alma y la vida. Lo he puesto en singular por ser un solo cuerpo una sola alma y una sola vida. Pero sobretodo compartimos a un solo Señor y Salvador Jesucristo y a un único y verdadero Dios y Padre en el Espíritu de adopción.
¿Se puede, querido José Carlos, compartir algo mayor ni más hermoso que compartir nuestro Dios?
José Carlos, nuestro barro es barro. Pero está vivificado por el soplo divino que le infunde vida y por el agua del bautismo que le infunde vida divina. Nuestro barro es barro, pero es barro cocido en el horno amoroso de las manos de Creador.
Solo el barro húmedo y blando por el agua del amor humano, es moldeable y se puede unir y fusionar totalmente hasta hacerlo uno e inseparable, en otro barro. Mi barro en tu barro, José Carlos, hecho un solo barro, fusionado por nuestro amor de matrimonio natural de pareja humana y vivificado por Dios en el Sacramento del Matrimonio, el barro divino pues nuestra carne está destinada a la glorificación y nuestras almas están divinizadas en el amor de Cristo. “Vivo yo, más no soy yo, es Cristo quien vive en mí” Pablo. El agua sí, pero el agua convertida en vino, por la súplica a Jesús del amor cariñoso de nuestra Madre, María.

Preguntas.:

1ª.- ¿Hemos superado el diálogo necesario pero de “tejas abajo” en nuestra pareja por un diálogo más profundo y personal en que se comuniquen las convicciones más íntimas, las aspiraciones más profundas e incluso la fe y el modo de vivir del amor a Dios?

2ª.- ¿Hemos necesitado confiarnos nuestra vida pasada, amores, amistades, alegrías y penas o disgustos, fracasos y alejamiento de Dios, relación y aspiraciones del trabajo, “pequeñas historias de nuestra pequeña historia”, relación con Dios y su gracia y dones, etc.?

3ª.- ¿Ha ido saliendo con naturalidad, sin estridencias, sin celos, sin hurgar en las llagas, sin exigencias, cuando han sido necesarias u oportunas, como entrega personal querida o buscada por cada uno de los dos y no como rebusca del otro por apoderarse de mi yo?

4ª.- ¿Han entrado en nuestras conversaciones profundas, los hijos, el deseo de tenerlos y como amarlos y educarlos, cómo compaginar la paternidad y maternidad responsable, nuestra fertilidad carnal con nuestra fertilidad espiritual y de amor matrimonial, “unión y comunión de la pareja”, etc.?
5ª.- A veces no es ni necesario ni conveniente ni aconsejable pero a veces se pueden compartir fracasos y luchas en la vida espiritual y sobrenatural de cada uno de los dos.
¿Somos capaces de compartir, al menos, las dificultades espirituales de nuestra vida sobrenatural que nos afectan por las relaciones con el otro, como pueden ser nuestra vida sexual y sensual, el placer canal, el gozo espiritual, las relaciones en el trato y el humor, la cordialidad y respeto entre la pareja, la cortesía, el respeto a los silencios o necesidades de soledad o aislamiento, etc?

Reunión de Grupo:
No estuvimos en esta reunión del Grupo pues José Carlos y yo estábamos de Viaje de Novios. ¡Qué gustirrinín! Ya te contaré. Pero los dos hemos decidido dialogarlas en algunas de nuestras salidas al campo, en la playa es más difícil, pues siempre hay gente alrededor. Quedan pues pendientes. Algún día que vengan nuestros amigos del grupo a casa también sacaremos el tema para ver que dijeron ellos, pues el tema es apasionante y esencial para el buen funcionamiento de cualquier pareja.

Conclusión:
A esta llegó el Grupo y venía detrás de las parejas en los apuntes de María.
La vida no es vida si no se comparte, con Dios y con la pareja.
Más bien es muerte, el aislamiento y la falta de diálogo y
La pareja que no dialoga ya está muriendo y muere.
La unión natural del matrimonio debe llevar siempre al diálogo que debe haber nacido con fuerza en el noviazgo, y el sacramento debe llevar el diálogo a los bienes sobrenaturales y de Dios.
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