La vuelta a nuestro hogar.
Mi Diario a seis de junio de 2004. Domingo. Tarde-noche.
El hogar compartido con José Carlos. La vuelta a casa.
Hemos llegado ayer, cinco, sábado por la noche pero antes de contarte la llegada tengo que decirte la extraordinaria suerte, no suerte no, Providencia, amor cuidadoso de Dios Padre, que he tenido al cruzarse mi vida con la de José Carlos.
He de confesarte, lo primero y apasionadamente, que José Carlos es maravilloso. Maravilloso, maravilloso, maravilloso. Así se puede resumir todo mi viaje de novios. Es lo que se decía antiguamente un “caballero”. Delicado, atento, servicial, protector sin que te sientas superprotegida o disminuida, paciente, alegre, hasta chistoso a veces, dentro de lo cortés, - me hacia reír hasta casi llorar y tenía que reprimir mis carcajadas para no parecer vulgar,- aventurero y lanzado, pero comedido y prudente, culto y nada pedante de su cultura, había preparado el viaje de novios en cada segundo y se sabía todos los pueblos, sus costumbres, su cultura o peculiaridades, su historia, su geografía y sus lugares peculiares, monumentos, Iglesias, Museos, paseos, vistas bonitas o panorámicas, miradores en la carretera, mesones y restaurantes donde comer lo típico o apetitoso, playas donde bañarse o tomar el sol, y un sin fin de detalles que me dejó admirada. Es fino, delicado, elegante pero sencillo, amable, previsor, buen conversador, sabe cuando callar y escuchar, atento a l que yo le pueda decir, - estas dos virtudes ya las había yo saboreado muchísimo durante nuestro noviazgo, como otras muchas, educado hasta decir basta, - me abre la puerta del coche siempre antes de entrar él, me deja pasar siempre delante, me espera para empezar a comer, está atento a que no me falte el vino o el agua, me coge del brazo para subir una cuesta o escalera, y a veces graciosamente antes de entrar en nuestro cuarto, de noche, al volver de cenar y bailar, me hace una reverencia al estilo medieval, inclinándose hasta la cintura , con un gesto del brazo y la mano, para dejarme entrar primero y hacerme reír un poco. Luego entra él y tras cerrar la puerta, me coge por el talle, me aprieta contra sí y busca mis labios apasionada y cariñosamente.
Bueno y detallista hasta la exageración. Cada vez que llegábamos una posada nueva, casa rural, hotel, apartamento, etc. Siempre al abrir la puerta de nuestro cuarto me encontraba un pequeño florero sobre la mesa o mi mesilla d noche con una rosa roja, tan hermosa como las que me llevó escondidas en su mochila el día de su declaración.
Por otro lado es tierno, cariñoso, hasta un poco la exageración, pero sin llegar a ser meloso y relamido, salamero, puntual, y sin llegamos a el amor sexual y de pareja , te lo diré sin rubor, llena mi cuerpo hasta la plenitud, me hace desbordar y desbordarme, es vehemente y creativo, atento a darme placer y a llenar todas mis apetencias y mis sensibilidades, y cuando caemos rendidos y exhaustos, después de llegar a la cumbre del amor y del sexo, esperándome hasta que yo llego a la sima de mi montaña gozoso y de placer, y ya casi no tengo fuerzas nada más que para darle la mano, tendido y desnuda a su lado y me voy quedando dormida con los ojos muy cerrados, , se incorpora y se inclina sobe mí, besa suavemente está vez mis labios, me besas en mis dos ojos cerrados, dice que le encanta besarme mis ojos, hace una pequeña señal de la cruz en mi frente y la besa también con mucho cariño, me dice tiernamente “te quiero”, “buenas noches mi amor” y reza a media voz un “Padre nuestro” y un “Ave María”, muy despacio, saboreando cada palabra, “santificado en nosotros y en nuestro amor, sea tu Nombre,” que nuestra vida y nuestro matrimonio sea hacer presente “tu reino”, que tu pan Señor, llene nuestras almas y nuestros cuerpos y cada día sepamos repartirlo a nuestros hermanos que carecen de él, que nuestra vida sena limpia a tus ojos, amén.
Madre de Dios, llena nuestras vidas como Dios llenó la tuya de su gracia y amor, sé nuestra Madre en cada momento del día, y cuando llegue la hora de ir al Padre, estés como Madre a la Puerta de su Casa, de nuestra Casa, esperándonos. Amén. Y yo entre sueños ya le respondía, amén, amén, amén, José Carlos yo también te quiero con todo mi ser a ti, amor mío.
Estas son mis impresiones espirituales de nuestro, ojo, no mi viaje, sino nuestro viaje de novios.
Me queda contarte paso a paso todo lo que hicimos y todo lo que vimos. El viaje diríamos que físico,
material, lugares, hoteles, paisajes, paradas y visitas, playas, descanso, conversaciones, etc.
Pero no quiero dejar de contarte la magnífica sorpresa que tuvimos en el aeropuerto ayer al llegar. Cómo llegábamos un poco tarde, no demasiado, a las diez menos cuarto de la noche, sábado, todo el mundo ocupado, habíamos quedado con Luís, el hermano pequeño de José Carlos, para esto sirven los móviles, que nos dejara nuestro coche en el aeropuerto, en el parking, nosotros teníamos otra llave, y así podíamos volver a casa, nuestra casa, nuestro hogar, sin molestar a nadie, nuestras familias también querían dejarnos solo en esta primera entrada a nuestro nuevo nido, qué cursi, “nido”. Fueron en o coches, el nuestro y el de Isabel, su novia, dejaron el nuestro y se volvieron a una fiesta de amigos.
Así que bajamos del avión, José Carlos buscó las llaves de coche en su maleta de mano, un bonito maletín de esos de rueda pequeño para el compartimiento de equipaje de mano, en forma de cartera de documentos, y donde iban todos los prospectos, guías, tríptico y demás bagajes turísticos, más billetes, cámara de foto y tomavistas, etc. nos dirigimos cogidos de la mano a la cinta de las maletas, nos enlazamos por la cintura, yo a él, y esperamos pacientemente a que salieran nuestras dos flamantes maletas regalo de boda de sus tíos Cheche y Andrés.
Rodamos nuestras maletas hacia la puerta de salida, por fin Gran Canaria, y salimos casi sin fijarnos en nadie para ir al aparcamiento por nuestro coche. De pronto nos sentimos rodeados, abrazados, aplaudidos, y hasta apretujados por diez brazos amigos y cariñosos. Un gran ramo de flores rojas, rosas preciosas, cayó en mis manos, y Mónica Francisco Javier, María y Tomás, Isabela y Juan Carlos, Clara y Jorge, nos hablaban, felicitaban y preguntaban todos al mismo tiempo. No estaban Magdalena y Pedro pues la niña es aún pequeña para no dormir a sus horas, pero nos mandaban un abrazo muy fuerte. Eso tengo que decir yo, “qué fuerte el cariño y el recibimiento de estos hermanos queridos”
Arrastramos rodando las maletas al aparcamiento y como habían venido en dos coches, juntos, nos volvimos en tres, viniéndose Isabela y Juan Carlos en el nuestro. Nos subieron las maletas, Tomás tomó las llaves de a casa de las manos de José Carlos, abrió la puerta de nuestra casa, adosado con jardincito de entrada, encendió la luz del porche, y formaron una fila a cada lado de la puerta para que José Carlos me tomara en sus brazos y me introdujera en la casa. Aplaudieron de nuevo e hicieron que al dejarme ya dentro en el suelo, nos besáramos fuerte y largamente. La verdad que no me corté ni un poco. Cuando terminé el primer beso volví a repetir otro más apretado y jugoso en los labios más queridos de mi vida, los de José Carlos, creo que ya muy gastados por los muchos que le o nos hemos dado en este viaje de novios.
Entramos en el salón un momento y nos sentamos todos. Cómo son tan amigos y tan discretos casi nada más sentarse ya estaba en pié Clara para marcharse todos y dejarnos solos.
Sólo queríamos compartir con ustedes, vosotros, dijeron los “pininsulares” y “extranjeros” la llegada a casa y añadió Tomás pícaramente “y vuestro beso, bueno bezazo, de entrada en vuestra casa.
Se fueron entre apretones de manos y “hasta en sábado en Misa”, bienvenidos, felicidades y enhorabuenas.
Cómo queremos José Carlos y yo a estos “malvados amigos” La uña y la carne no pueden estar más unidas que ellos a mi corazón, a nuestro corazón.
No te puedo contar lo que ocurrió luego cuando nos quedamos solos. Las maletas quedaron sin deshacer y creo, qué vergüenza me da contártelo, y qué gozo me da haberlo vivido, que nuestra ropa fue quedando tirada por el salón, la escalera y el dormitorio y que llegué a nuestra cama tan desnuda como la noche de boda, en brazo del hombre desnudo más bello y varonil del mundo, también claro, totalmente desnudo. “Mi amado es para mí y yo soy para mi amado” Poséeme, José Carlos, con toda la vehemencia de tu amor, que yo deseo ardientemente poseerte en tu cuerpo, en tu alma y en tu persona entera, con toda la fuerza de mi inmensa pasión por ti a flor de pie, en mi todos los rincones de mi cuerpo.
Claro que Dios hizo el amor matrimonial bello, limpio, ardiente y maravilloso para que seamos dos en una sola carne y una sola carne en una sola alma unidas las dos en el amor.
Quién puede dudar que así la sexualidad es unos de los regamos más maravillosos de Dios al hombre y que tiene un profundísimo sentido humano dentro la d propia naturaleza humana.
¡Bendito sea Dios! Buenas noches José Carlos, buenas noche diario querido. Hasta mañana.
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