sábado, 11 de agosto de 2007

37.- "Dios nos hizo para el amor"

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Mi Diario. Reunión del veintiséis de junio de 2004. Sábado.
Necesidad imperiosa de nuestro ser: estamos creados para amar.

“Nos hiciste Señor, para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”
San Agustín
El fin de la vida no es (“solo y exclusivamente”) ser feliz.

Ayer, mi querido diario, Carlos nos tiró por los suelos todos los palos de nuestros sombrajos. Y fue muy “cuco”, muy cauto y prudente porque primero nos dejó hablar y desahogarnos plenamente, defender nuestras ideas y posturas a capa y espada y discutir, fue discutir, no dialogar, entre nosotros hasta con uñas y dientes.
Luego, hábilmente fue poniendo peros, acotaciones, dificultades, objeciones y cortapisas a nuestros argumentos y poco a poco se fueron cerrando desviaciones y senderos y quedó solo un amplio, florido y hermoso camino: el amor.
El tema no fue de donde venimos, ni a donde vamos, sino “para qué estamos aquí”.
Para qué fuimos creados, cómo nos realizamos en la vida en plenitud, en plenitud humana de criatura creada, de ser en la existencia. Cómo gastar la vida en otras palabras, o como dijo Francisco Javier qué pintamos aquí.
Empezamos a entrar en materia preguntándonos “qué deseo yo para mí en esta vida, qué debe llenar mi existencia, a qué aspirar en la vida”, y hubo una amplia mayoría que defendió que la vida es para ser feliz. ¿Acaso el más allá, el cielo, no es la felicidad eterna e inmutable?
Ser feliz, llenarme de felicidad y llenar de felicidad a los demás. Pronto se desecharon otros fines como “el placer” – el epicureismo de Epicúreo, el griego, sentenció el culto de Tomás, - aunque tenía sus partidarios y sus bazas a favor, o “el ser solidarios”, “el construir un mundo más humano y justo… “el paraíso en la tierra”, “la justicia social”…
Y al llegar aquí fue cuando se nos empezaron a caer los palos de nuestros sombrajos.
Dios ha hecho el hombre para amar. Dios es amor y el hombre está creado a su imagen y semejanza. Y no hay ninguna imagen más parecida al amor que el amor, ni ninguna semejanza más semejante al amor que el amor mismo.
(No somos semejantes a Dios en nuestro cuerpo, Dios es incorpóreo, sí en nuestra alma, el es Espíritu en plenitud, nosotros espíritus creados a su semejanza, inteligentes y con voluntad, aunque en Dios todo está como “resumido” en su esencia que es el amor.)
El amor es difusivo de por sí, “per se,” nos dijo Carlos, es su expresión latina, por eso Dios la plenitud del amor nos creo como fruto extrínseco, volvió a decir Carlos, de su amor.
El fruto intrínseco de Dios como amor es el mismo Dios, su Santísima Trinidad.
Pero entonces ¿no tenemos y debemos luchar por ser felices? ¿Cuándo amamos no debemos procurar la felicidad del amado?
No hay dificultad alguna ni aporía posible. La consecuencia inmediata, necesaria, irrefutable, irrenunciable y totalmente automática del amor es la felicidad. Todo amor produce también por sí felicidad. El que ama, aunque sufra con su amor, o por su amor, es feliz.
El hombre es creado para amar a Dios, a los hermanos, a la naturaleza, a la creación entera. Y amándolo todo siente su corazón lleno, pleno, feliz en el gozo del bien cumplido es decir, “en el gozo de su Señor.”
Dios nos hizo para sí y nuestro corazón está inquieto y no reposa hasta que no descanse en Él, nos dice Agustín de Hipona.
.Dios nos hizo para el amor, y nuestro corazón no descansa hasta que no vive en el amor y “a la caída de la tarde de la vida seremos examinados en el amor.” (San Juan de la Cruz)
No sobre si hemos ganado mucho dinero, no sobre si hemos sido muy felices, no si hemos vivido en el bienestar y la confortabilidad, en el dólar, como ahora se dice, etc... sino si “cuando tuve hambre me diste de comer, cuando tuve sed me diste de beber, cuando era peregrino, (peninsular) no me llamaste godo sino me acogiste, cuando estaba desnudo me vestiste, cuando estaba sediento de cariño porque estaba en completa soledad, me diste amor y comprensión, cuando callaba porque nadie me escuchaba estuviste atento a lo que yo decía... cuando me sentí solo y abandonado me llamaste hermano, cuando tenía el corazón seco y el pabilo de mi fe sin humear ya, me hablaste de cómo me quería y me amaba Dios, anunciándome su Reino, sin intentar convencerme sino simplemente dejando que la Palabra de Dios obrara en mí y me empapara.
El amor es sencillo, cuando procede de Dios. Cuando vivimos las bienaventuranzas de Jesús, no seremos juzgados por Dios Juez, sino por Jesús, El Buen Pastor, que dio si vida por sus ovejas y que conoce su voz.


Preguntas.

1º.- Si “bienaventurado” es igual a “ser feliz” desde el punto de vista del Evangelio es decir desde los ojos de Cristo, la felicidad no está ni en el placer, ni en el poseer, ni en la sexualidad, ni en el poder, sino que se alcanza por el amor en el servicio al prójimo, en la entrega a los demás, y es esta entrega la que produce la “bienaventuranza.” ¿Por qué entonces ponemos nuestro corazón en ser felices, y creemos que la felicidad está en el regodeo de mi yo, poseer, mandar, gozar, satisfacer mis apetitos carnales, de comer y saborear manjares exquisitos, o de exprimir mi sexualidad y mi sensualidad como fin furiosamente buscado en mi existencia, o de comodidades en hogar, viajes, diversiones, posesiones, vestidos y ornamentos, joyas y trajes, elegancia y distinción, espectáculos y conciertos, bailes y teatros, etc.? ¿Por qué?

2º.- ¿Por qué puede estar la felicidad en la sencillez, la pobreza evangélica, que no la miseria, la limpieza de corazón, la mansedumbre y el respeto a los demás, la tolerancia sin renunciar a nuestras convicciones y creencias, la acogida al hermano que lo necesita, ya materialmente, ya en su pobreza espiritual y oral, que es mil veces peor, la misericordia o ternura del corazón, especialmente hacia los pobres como Jesús y hacia los más pobres de entre los pobres, como leyó la madre de Calcuta en el corazón de Dios, la justicia y la honradez, la honestidad y la parquedad, incluso el ser perseguidos por amor a la justicia y al Reino de Dios, como Señor y Dueño de todos los actos de nuestra vida? Repito ¿por qué?

3.- Si la felicidad, aún la del cielo, es una consecuencia instantánea y simultanea, al amor, la felicidad no es el fin de la vida sino el amor, semejantes a Dios, y todo nuestro esfuerzo debe dirigirse a vencer el egoísmo y vivir rumbo al amor. ¿Cómo tenemos que hacer u qué tenemos que hacer para vivir el amor, en el amor y por el amor y para ayudar a los demás a vivirlo según Dios igualmente?

Reunión de Grupo:

Es nuestra tercera reunión después de volver de nuestro Viaje exprimiendo el amor. El físico y carnal, ya no me da vergüenza decirlo, dentro del decoro y la sencillez de palabras, porque he llegado a la convicción de que un regalo de Dios, como mi unidad física con José Carlos hay que defenderlo con naturalidad, comunicarlo sin estridencias y como agradecimiento a Dios, para que otros lo vean con los ojos limpios de la bienaventuranza, y del amor de nuestras almas en nuestras personas completas y enteras y sin reservas o apoderamiento escondido de arte de nuestro ser. Así fue nuestro amor y así, Dios nos siga bendiciendo, esperamos siga siendo. Sí la tercera reunión y después de sufrir angustiosamente la separación de Cecilia y Daniel, nada más volver, con el consuelo y la alegría de ver a casi todos los de nuestro cursillo, y de la reunión sobre la "servicialidad" pasada que fue un ir entrado en clima otra vez, la de hoy sobre el amor ha sido formidable porque como conté al principio tras unas defensa furibundas sobre todo de la felicidad como fin de la vida, algunos defendimos el amor pero sin renunciar a la felicidad como búsqueda en nuestra caminar, encajamos el golpe de Carlos de el amor y sólo el amor y nada más que el amor, esto sí que es ser Dios, ser como dioses, sin endiosarse, y en esto llegamos a ser unánimes y todos de acuerdo: amar, amar y amar.
Porque la felicidad en este mundo puede a veces lograrse y recibirse cuando se ama de verdad y se entrega uno en plenitud, pero siempre es limitada y temporal, incompleta, porque el solo pensamiento de perderla o de disminuirla ya nos resta felicidad y la hace inestable y huidiza. Nunca había comprendido como en el dolor se podía ser feliz. Hoy lo entiendo perfectamente: cuando el dolor es causado por el amor, aún sufriendo y hasta mucho, se puede ser feliz en el rescoldo más íntimo del alma y de la persona. Todo lo que procede del amor y es producido por el amor, crea paz, tranquilidad y felicidad. Cristo en la cruz, pienso yo, terribles palabras, fue y era feliz. Porque el amor al Padre, hágase tu voluntad hasta que todo esté consumado, nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los amigos, no podía ser enturbiado por el dolor de los clavos y la muerte de cruz, y llenaba su alma humana plenamente en la felicidad de hijo haciendo a voluntad de su Padre. “Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre que me ha enviado”
Dios mío cómo te agradezco estas reuniones que han privilegiado mi vida, nuestras vidas no solo en esclarecer nuestras ideas y nuestras convicciones, nuestras creencias y nuestra fe, nuestra espiritualidad y vida sobrenatural, sino que ha sido en una comunidad de amor y hermandad, que es Iglesia, como parte integrante del Cuerpo Místico y sagrado de Cristo Jesús. Son mis hermanos muy queridos todos los del grupo sin por ello serlos menos los demás miembros de nuestra Iglesia y todos los hombres.
Me siento Iglesia, soy Iglesia, amo profundamente a mi Iglesia, a la Iglesia de Cristo, a Iglesia de Roma, a la Iglesia de Dios.

Conclusión:
“Nos hiciste Señor para ti”, para el amor, y nadad, nada, nada nos puede hacer feliz sino el amor. Y sólo Tú eres el Amor. Sólo en ti está el amor y por tanto solo al poseerte podemos ser felices sin limitaciones.
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